El libro Prospectiva agrícola y alimentaria. La experiencia de Argentina, Chile y Bolivia (Aceituno Olivares, 2020), producto del trabajo articulado entre la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM) de Chile y la Red Abierta de Prospectiva e Innovación para América Latina y el Caribe del Programa (Cyted), busca reconocer y valorizar las experiencias de prospectiva agrícola y alimentaria de Argentina, Chile y Bolivia, mostrando la evolución y trayectoria de esta especialidad en cada uno de estos países y constituyendo una primera aproximación regional. El documento integra y sintetiza el esfuerzo de diferentes instituciones públicas y privadas que han tratado de comprender, analizar y construir el futuro agrícola y alimentario.
La publicación es sobre prospectiva, pero en los tres capítulos de los países hay una amplia revisión histórica. Esto se debe a que el análisis del pasado es parte de los estudios de prospectiva, ya que el tiempo es un continuo y si se pretende explorar el futuro es fundamental comenzar por el análisis de los procesos previos.
En el capítulo sobre Argentina, escrito por Javier Vitale, Silvina Papagno y Roberto Mariano, se sistematizan los avances de la prospectiva para el sector agropecuario y se remarca que desde el año 2000 en adelante se dio una revalorización de la planificación de largo plazo y de la prospectiva en particular. En 2009 el gobierno argentino convocó a la formulación del Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial Participativo y Federal 2010-2020. Según los autores, este estudio sentó las bases científicas, laborales y productivas para convertir al sector agroalimentario y agroindustrial en una actividad rentable, competitiva a escala mundial y capaz de generar valor agregado y empleo.
En el capítulo de Argentina también se resalta la institucionalización de la prospectiva en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), fundamentalmente a través de la creación de su Instituto de Investigación de Prospectiva y Políticas Públicas (IPyPP) y de la incorporación de la disciplina en sus documentos institucionales y en su cartera programática. Uno de los primeros trabajos de esta Unidad fue El mundo agrario hacia el 2030 (Patrouilleau, 2010), focalizado en el contexto geopolítico y geoeconómico del sector, los mercados agroalimentarios, las restricciones al comercio, la seguridad alimentaria y el progreso científico-tecnológico. Luego se concretó la publicación Prospectiva del Desarrollo Nacional al 2015. Las fuerzas que impulsan los futuros de la Argentina (Patrouilleau, 2012). Este estudio aportó un marco de referencia y de metodología de abordaje sobre distintas dimensiones del desarrollo argentino. En 2010 se inició el estudio del sector agroalimentario, agropecuario y agroindustrial argentino que derivó en la publicación Escenarios del Sistema Agroalimentario Argentino al 2030 (Patrouilleau et al., 2012). Posteriormente, a medianos de 2015, se publicó Un nudo en el foco. Vigilancia prospectiva del Sistema Agroalimentario Argentino 2015 (Patrouilleau et al., 2015).
Otro actor importante y destacado por los autores fue el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de Nación, que incursionó en la prospectiva tecnológica y financió estudios en los que participó el INTA, entre los que mencionan Trayectoria y prospectiva de la agroindustria alimentaria argentina: agenda estratégica de innovación (Bocchetto et al., 2014) y Escenarios sobre calidad e inocuidad en el sector productor de materias primas y alimentos elaborados en Argentina (2030) (Domínguez et al., 2016).
También los autores exponen sobre la planificación estratégica con visión prospectiva en cadenas productivas específicas. Destacan la cadena vitivinícola como el primer sector que se organizó colectivamente para pensar y diseñar una estrategia de largo plazo, generando el Plan Estratégico Argentina Vitivinícola 2020 (Ruiz y Vitale, 2011), que permitió fortalecer la organización social de una cadena dinámica y relevante para varias económicas regionales, posibilitando la formulación de políticas de largo plazo, la orientación de recursos públicos y privados y el pensamiento y acción estratégica, en los principales actores del sector.
Asimismo, se mencionan los estudios prospectivos realizados por la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de La Pampa, orientados al análisis estratégico-prospectivo de territorios, complejos agroalimentarios y organizaciones agroalimentarias y agroindustriales.
Más allá de los diversos ejemplos, en el capítulo de Argentina se resalta el proceso de institucionalización de la disciplina, tanto en INTA como en otras instituciones del país. Pero la dinámica de esos procesos está sujeta a las orientaciones políticas, con avances y retrocesos respecto del lugar que se le da a la prospectiva y a los objetivos de su utilización, ya que las instituciones y sus agendas son espacios en disputa. Esto hace que sea necesario continuar con la consolidación de la institucionalidad y fundamentalmente de los equipos técnicos trabajando en redes, con productos concretos que demuestren su utilidad para los decisores institucionales, empresariales y políticos. Por otro lado, en relación con la esfera política, es importante resaltar que los cambios de orientación política –a veces abruptos y en sentidos opuestos– constituyen una importante fuerza impulsora que no puede ser dejada de lado en estudios de prospectiva.
El segundo artículo corresponde a la experiencia chilena, abordada por Paola Aceituno Olivares y Miguel Muñoz Asenjo. Dichos autores destacan que la agricultura en Chile se ha transformado en uno de los ejes del desarrollo nacional. Mencionan que en 2018 la actividad agropecuaria y silvícola representó alrededor de un 3% del Producto Interno Bruto –cifra que se ha mantenido relativamente estable durante los últimos cinco años– y que la actividad agrícola representa cerca de un 9 % del empleo nacional, con mayor importancia relativa en el sur de país. Asimismo, resaltan que la producción agrícola en general, y la de frutas en particular, han sido parte de la imagen país, por el cumplimiento de altos estándares internacionales de calidad.
En este capítulo se menciona que los estudios de prospectiva estuvieron a cargo de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), que a partir de 2010 y con apoyo del Banco Mundial inició este tipo de trabajos, contando con al menos 5 estudios prospectivos para 2019, entre los que se destacan: Chile agroalimentario, forestal y rural al 2030 (FIA, 2010), Una Visión de la Innovación Agraria en Chile hacia el 2030 (FIA, 2011) y Estudio prospectivo: industria de la carne bovina y ovina chilena al 2030: principales desafíos tecnológicos para mejorar su competitividad (FIA, 2018).
El capítulo también presenta una amplia revisión de estudios de largo plazo, que incluye 109 trabajos desarrollados entre 2000 y 2019. Muchos de estos estudios son sectoriales y varios focalizan en la fruticultura, sector en el que Chile es un protagonista internacional. Por tratarse de cultivos perennes y que requieren altas inversiones de largo plazo, el análisis del riesgo y las perspectivas de futuro están siempre presentes en la fruticultura. Pero es importante que eso sea parte de un análisis técnico-científico y no una opinión puramente subjetiva. Esto es importante en todos los sectores, pero es crucial en las actividades en las que es necesario inmovilizar capital por un largo plazo y que no permiten cambios o ajustes rápidos ante cambios de contexto. No se trata de hacer pronósticos de largo plazo, pero claramente se puede –y se debe– analizar reflexiva y críticamente la información disponible, elaborar proyecciones y escenarios, para tomar mejores decisiones estratégicas, tanto empresariales como políticas. En ese sentido, la sección de estudios en Chile cumple muy bien con este objetivo.
El capítulo sobre Bolivia fue elaborado por Tatiana Aguilar. La autora describe al sector agropecuario y agroalimentario introduciendo el rol histórico que ha jugado la división étnica, la condición de género y la situación de clase en el trabajo agrícola en Bolivia. En ese contexto, los actores productivos constituyen un elemento clave de análisis. La autora introduce una perspectiva distinta desde la economía feminista y sus contribuciones en el trabajo agrícola. Destaca que en Bolivia la participación de la mujer en la agricultura familiar es una de las más altas de América Latina. Sin embargo, la falta de reconocimiento y valoración del trabajo de las mujeres en la producción de alimentos repercute en inequidades en el acceso a la tierra, al financiamiento y a las capacitaciones.
Por su importancia y su peso en el sector agropecuario y agroalimentario, el rol de los indígenas y de las mujeres en la agricultura boliviana puede parecer una obviedad. Pero su explicitación es sumamente destacable porque en América Latina los pueblos originarios, las mujeres y otros grupos, muchas veces han sido negados, minimizados o han sido abordados desde una posición patriarcal. La construcción de futuros debe contemplar su activa participación, fundamentalmente en cuanto a sus visiones y anhelos.
Aguilar también aborda el modelo neoliberal privatista implementado en el país entre 1985 y 2005. El modelo incluyó incentivos para la agricultura de exportación, que determinó un importante crecimiento de la agricultura exportadora de mediana y gran escala.
El capítulo relata que Bolivia ha implementado métodos prospectivos desde la década de los ochenta. En 1984 se creó el Centro de Prospectiva y Estudios Nacionales con el objetivo de realizar estudios de los diferentes sectores económicos y sociales a nivel nacional y regional. En 1986, este Centro publicó Bolivia en el año 2010, y entre sus resultados alertó sobre el fin de la era del estaño y el surgimiento de la era del gas. La autora también destaca otros trabajos, como por ejemplo Bolivia: Prospectiva Económica Social 2000-2010 (PNUD, 2000). Por su parte, también identifica algunas colaboraciones estratégicas con el INTA de Argentina y con la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi). La autora plantea que en Bolivia, a pesar de la imperiosa necesidad de contar con instrumentos para la elaboración de políticas públicas en el campo agrícola y alimentario, la aplicación de métodos prospectivos para desarrollar políticas públicas ha sido un proceso muy lento.
La creciente complejidad del mundo y las amenazas a las que debemos enfrentarnos, implican el desafío de contar con estudios profundos y sólidos sobre el futuro, y que al mismo tiempo tengan en cuenta la creciente dinámica de la realidad. Muchos estudios analizan los impactos de diversas fuerzas sobre los sistemas actuales, cómo reaccionarán, cómo se adaptarán. Pero es mucho más difícil pensar en cambios drásticos de rediseño de los sistemas a diversas escalas; cambios que son cada vez más necesarios ante las crecientes amenazas a la sostenibilidad. Esto implica que se requiere más audacia en las propuestas tecnológicas, organizativas y políticas. En eso, la prospectiva tiene un rol central al poder pensar futuros menos condicionados por el presente, menos inerciales. Cuando buscamos alternativas para el desarrollo de los territorios, de nuestros países, de nuestro continente, de nuestras sociedades, nos enfrentamos a muchísimas restricciones: financieras, políticas, geográficas, climáticas, sociales… pero también nos ponemos techos nosotros mismos con lo que imaginamos a priori como posible. Es muy difícil, si no imposible, no proyectar el presente en cierto grado. Romper esa inercia y ayudar a imaginar más y mejores futuros, no solo adaptativos, sino también disruptivos, es tanto una posibilidad como una responsabilidad de las instituciones de ciencia y tecnología.
Por otro lado, la pandemia de Covid-19 que estamos atravesando, con sus terribles consecuencias en vidas humanas y en la economía, obliga a reflexionar sobre la necesidad de elaborar escenarios que, aunque tengan poca probabilidad de ocurrencia, pueden tener efectos dramáticos.
Sintetizando, se destacan tres aspectos que surgen de la lectura del libro y de las discusiones sobre la temática que se están dando en diversos ámbitos:
- El abordaje de los temas estratégicos a nivel regional, entre los cuales está el sector agropecuario y los sistemas agroalimentarios, que con la pandemia han ganado notablemente visibilidad –no solo en América Latina sino en el mundo–, tiene que incluir la dimensión de futuro. La prospectiva debería ser esencial en el Estado –y en las empresas– para la planificación estratégica.
- Los estudios de prospectiva deben ser interdisciplinarios e incluir la articulación interinstitucional, entre organismos de ciencia y tecnología, empresas y organizaciones de la sociedad civil. Como herramienta de planificación estratégica, estos estudios generan imágenes sobre diversos futuros posibles. Pero no todos los futuros son moralmente válidos. Por ello es fundamental que los estudios de prospectiva involucren tanto a los expertos de diversas disciplinas como a los interesados y a los potencialmente afectados. Esto es tanto una necesidad metodológica como un imperativo ético.
- En esta conjunción de abordaje de temas estratégicos y amplia base participativa de los estudios, hay un enorme potencial para aportar a la formulación de políticas (tanto públicas como empresariales) que contribuyan al desarrollo nacional y de América Latina.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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