Artículo Trilogía 41, n° 52

Discurso: Los cien años del Trabajo Social en Chile. Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM)

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Marisol Durán Santis

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Discurso pronunciado con ocasión del acto conmemorativo por el centenario de la primera Escuela de Trabajo Social de Latinoamérica, el Caribe y Chile. Salón de Honor de la Casa Central de la Universidad Tecnológica Metropolitana, 6 de mayo de 2025, Santiago de Chile.

 

Señoras y señores, estimadas y estimados colegas, queridas y queridos estudiantes:

Hoy no nos convoca solo un aniversario. Hoy conmemoramos un siglo de compromiso, de resistencia, de saberes tejidos en torno a la dignidad humana. Nos reunimos para recordar y proyectar los cien años del Trabajo Social en Chile y en América Latina, una trayectoria en la cual la Universidad Tecnológica Metropolitana tiene el profundo orgullo de estar enraizada.

Nuestra Escuela de Trabajo Social, heredera directa de la primera escuela fundada en 1925 bajo el alero de la Junta Nacional de Beneficencia, no solo porta un legado histórico: porta un deber ético con la historia, con la sociedad, con el futuro.

En sus inicios, la disciplina se constituyó como una respuesta concreta a los desafíos sociales de una modernización acelerada y desigual: nuevas pobrezas urbanas, precarización de la vida rural, enfermedades invisibilizadas por el sistema. Surgía así una nueva práctica profesional, profundamente sanitaria en su origen, eminentemente femenina, pero ya entonces orientada por principios de justicia social y no simplemente por la caridad asistencial.

A lo largo de estos cien años, el trabajo social ha demostrado su capacidad de transformación y crítica. Las décadas de 1950 y 1960 marcan su reconceptualización latinoamericana, un momento en que dejamos de mirar modelos importados para comenzar a pensarnos desde nuestras realidades, desde nuestras resistencias, desde nuestros pueblos.

Esa capacidad de crítica y emancipación fue vital durante uno de los momentos más oscuros de nuestra historia: la dictadura cívico-militar. Muchos y muchas trabajadoras sociales fueron perseguidas, desaparecidas o exiliadas por ejercer una profesión que, fiel a sus principios, no renunció a los derechos humanos, no renunció a la solidaridad, no renunció a la comunidad.

La recuperación democrática nos impuso nuevos desafíos: resistir a la fragmentación social, denunciar la precarización de la vida bajo el neoliberalismo, acompañar procesos de recuperación de derechos, en un escenario donde las desigualdades estructurales no han desaparecido.

Hoy, cien años después, el Trabajo Social enfrenta desafíos aún más complejos:
• Crisis ambiental y climática: que impacta especialmente a los más vulnerables.
• Flujos migratorios: que tensionan los marcos de protección social.
• Violencias de género: que exigen intervenciones transformadoras y comprometidas.
• Desigualdades estructurales: que se profundizan en nuevas formas de exclusión.
• Fragmentaciones culturales: que interpelan nuestras prácticas de intervención.

Permítanme detenerme en uno de estos escenarios para ilustrar la magnitud de los desafíos y las posibilidades de acción transformadora.
Pensemos en el fenómeno migratorio actual. Chile, como otros países latinoamericanos, ha experimentado en los últimos años un aumento sostenido de flujos migratorios, que tensionan no solo las capacidades de los servicios sociales, sino también los imaginarios colectivos sobre la identidad, la pertenencia y los derechos.

El trabajador y la trabajadora sociales, que intervienen en estos contextos, enfrentan múltiples retos:
• Barreras idiomáticas y culturales.
• Discriminación estructural.
• Invisibilización de derechos.
• Vulneraciones laborales y habitacionales.

Sin embargo, desde esta complejidad surgen también caminos de acción que encarnan la potencia de esta profesión:
• Promover la interculturalidad como política pública y práctica comunitaria, no como tolerancia pasiva, sino como construcción activa de reconocimiento y convivencia.
• Articular redes de protección social que integren a las personas migrantes de manera digna, garantizando su acceso a salud, educación, trabajo y vivienda.
• Desarrollar intervenciones comunitarias que fortalezcan el tejido social, transformando la diversidad en una oportunidad de construcción colectiva.

No se trata solo de asistir necesidades urgentes —aunque también—. Se trata, sobre todo, de transformar las condiciones estructurales de exclusión, de disputar sentidos comunes, de ampliar los márgenes de ciudadanía y humanidad.

Desde nuestra universidad, reafirmamos que el Trabajo Social debe actuar no solo frente a la emergencia, sino frente a las raíces de las injusticias. Y eso exige formación crítica, compromiso ético, capacidad de innovar, valentía de disputar espacios de poder.

Queridas y queridos presentes, conmemorar cien años no es solo mirar hacia atrás con gratitud: es mirar hacia adelante con responsabilidad y esperanza.

Desde esta universidad pública, estatal y comprometida con la transformación social, reafirmamos que el Trabajo Social es y será un pilar fundamental para la construcción de sociedades más justas, más equitativas y más humanas.

A quienes han formado parte de esta historia, y a quienes hoy la continúan: gracias.

Que este centenario nos encuentre y nos proyecte más firmes, más críticos, más esperanzados que nunca.

Muchas gracias.