ACERCA DE LOS AUTORES1
Cuando se elabora la reseña de un libro cuyos autores son dos investigadores, hay que detectar si ambos textos son equivalentes o no en varios respectos, sobre todo en calidad; y cuando ocurre un desequilibrio, surge una dificultad que pone a prueba el tino del comentarista. Afortunadamente no es este el caso. Ambos autores son de peso en estas lides y sus respectivos textos no les van en saga. En efecto los correspondientes estudios de pre y posgrado, tanto de Saldivia como de Maldonado, los respaldan suficientemente. Lo propio podemos señalar en cuanto a su productividad académica, que ha sido reconocida en ambos académicos, con sus respectivos doctorados honoris causa en diversas universidades.
Ambos autores hacen honor al tema estudiado, pues muestran gran rigor y seriedad en el tratamiento de sus investigaciones, respaldados con bastantes datos empíricos, como corresponde a un tema relacionado con el positivismo.
EL POSITIVISMO EN CHILE
Al doctor Saldivia le correspondió abordar el tema del positivismo en Chile. Lo presenta en cuatro capítulos: El Desarrollo del Positivismo en Chile y su impacto en las ciencias; Los Exponentes del Positivismo en Chile y su Visión de la Ciencia; Los órganos de difusión positivista en Chile; y La Ciencia en Chile en el Periodo Acotado. Además agrega la bibliografía correspondiente.
El primer capítulo –El Desarrollo del Positivismo en Chile y su impacto en las ciencias– pretende analizar la presencia de las ideas positivistas que se percibían en Chile a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Gran valor posee la caracterización, realizada desde el principio, del positivismo como corriente filosófica, científica y cultural que destaca la importancia del método científico y de la ciencia como fenómeno social, lo que permitió un ascenso inevitable hacia el progreso material y el orden social y moral de todas las clases sociales. Desde sus inicios, el positivismo quedó inscrito en un contexto donde se distinguieron nítidamente tres ejes sociopolíticos y culturales: 1) En el debate acerca de la separación de la Iglesia y el Estado, 2) el conflicto de la guerra del Pacífico, y 3) los discursos e iniciativas en pos de la modernización del Estado nación.
Los Exponentes del Positivismo en Chile y su visión de la Ciencia, que es el segundo capítulo, estudia a algunos de los seguidores de este enfoque, como José Victorino Lastarria, los hermanos Jorge, Juan Enrique y Luis Lagarrigue –representantes del positivismo religioso en Chile–, Eugenio María de Hostos, Valentín Letelier y Luis Emilio Recabarren. En todos ellos entrega los principales y más relevantes hitos de sus respectivas biografías, como también las correspondientes concepciones acerca de la ciencia, de corte positivista, de estos prohombres.
José Victorino Lastarria
En todas las obras de Lastarria se aprecian los temas positivistas de su época: el utilitarismo proveniente del conocimiento científico, la búsqueda del progreso, la búsqueda del orden social y político y el ideario de la regeneración moral de la sociedad. En su obra Lecciones de política Positiva sugirió las nociones positivistas para el campo educacional en Chile, entre las cuales figuraban: el fomento de una educación científica o centrada en el método positivo, partiendo desde la enseñanza elemental y también su argumentación para lograr que el sistema educacional incorpore una fuerte preocupación moral en los estudiantes, desde la instrucción básica, además del respeto ineludible a la libertad personal y a los derechos humanos en la vida cívica del país. Hay que recalcar que siempre abogó por la obtención de la máxima comtiana de orden y progreso para el país, en cambio en su ámbito personal como intelectual, político y diplomático, primó siempre la máxima progreso y libertad.
Los hermanos Lagarrigue
El autor colige que Jorge Lagarrigue percibía a la ciencia como un conjunto de conocimientos organizados y preparatorios para alcanzar los valores de una moral positiva y universal. Cabe consignar que sus hermanos Jorge y Luis compartían el mismo concepto. Los tres fueron los representantes más conspicuos del positivismo religioso.
Valentín Letelier
Para el doctor Saldivia, es un paradigma bidireccional unificado de las ciencias sociales y de la educación. El contexto institucional del país haría posible, una vez consolidadas las nociones positivistas del Estado, contribuir radicalmente al orden y al progreso del país.
Eugenio María de Hostos
Destacado intelectual de Puerto Rico que impregnó su destacada labor intelectual en Chile con el sello del positivismo.
Luis Emilio Recabarren
El notable defensor de los derechos de los trabajadores se distinguió por su acabado conocimiento del positivismo, que empleaba como una estrategia más para respaldar los intereses del proletariado.
El tercer capítulo es Los Órganos de Difusión Positivistas en Chile. Menciona una serie de revistas y periódicos científicos y literarios que divulgaban los conceptos propios de este paradigma, como la Revista Chilena, que vio la luz en 1875. En sus páginas personalidades como Lastarria, Rodulfo Philippi, Benicio Álamos, Ricardo Passi y otros, difundieron nociones positivistas, como el progreso o el particular sentido de la ciencia, de leyes de las historia o la fundamentación para la separación de la iglesia del Estado o la educación para la mujer.
A la postre, este conjunto de nociones y propuestas “contribuyen a plantear reformas propias de un ideario repúblicano y laicista, de tendencia liberal, que apunta a la constitución y modernización del Estado” (p. 57).
En 1886 fue fundado en Copiapó, por Juan Serapio Louis, el periódico El Positivista. Catorce años después, en 1900, fue fundada en Santiago la revista Pensamiento Latino, dirigida por el sociólogo Enrico Piccione.
El cuarto capítulo del texto dedicado a Chile se denomina Las ciencias en Chile en el período acotado, porque se centra en el lapso 1870-1920, época en la cual ocurrió una auténtica eclosión de actividades científicas y tecnológicas inscritas en el paradigma positivista. Se aprecia un fuerte impulso por conocer en profundidad nuestra geografía, con sus diversos relieves y accidentes, nuestras costas, ríos, lagos, la fauna y la flora y las potencialidades económicas que tenía el territorio. El conocimiento lo proporcionan las incipientes disciplinas científicas; en tanto que los empresarios, profesionales y autoridades políticas, que con las palancas tecnológicas, vinculadas también con el paradigma positivista, iniciaron una serie de actividades productivas que abarcaron prácticamente todo el espectro económico. Aquí se presenta el fenómeno de la bola de nieve: unas actividades impulsan a otras. La educación también presentó un fuerte desarrollo, junto con las actividades industriales y el transporte terrestre, ferroviario y marítimo.
Esta vitalidad nacional cruza todos los ámbitos del país, por eso fue recogida por numerosas revistas y publicaciones científicas, como los Anales de la Universidad de Chile, el Anuario Hidrográfico de la Armada (1875), etc. De no menor cuantía fueron los congresos científicos y los esfuerzos por incluir a las mujeres en la educación y otras importantes actividades.
Nos dice el doctor Saldivia que la comunidad de científicos colaboró con el positivismo en tres planos: “a) Gracias a una consolidación de la metodología científica, b) a sus esfuerzos por aportar desde sus disciplinas, a la búsqueda de lo identitario nacional, y c) por coparticipar en sus escritos y en la esfera pública, del ideario del orden social y del télos del progreso”.
COLOMBIA
Al profesor Carlos Eduardo Maldonado le correspondió desarrollar la investigación relativa a la conexión Positivismo-Colombia. Este tema lo analiza en tres capítulos, además de la bibliografía utilizada para desarrollar el positivismo en Colombia.
En el primero de ellos, titulado El Positivismo como problema en Colombia, el autor categóricamente sostiene que no hubo positivismo en Colombia durante el siglo XIX y que llegó tardíamente en el siglo XX. Las razones que explican la ausencia casi total del positivismo en el siglo antepasado y la débil presencia del mismo en el curso del siglo XX, fueron el fraccionamiento del país, las numerosas guerras civiles, la tendencia política conservadora y la iglesia católica, que se unieron férreamente para mantener el orden social e impedir, a cualquier precio, toda manifestación renovadora. El positivismo en la historia intelectual, cultural y social alcanzó a algunos intelectuales, pero no logró permear a la sociedad ni al Estado.
El segundo capítulo es El Positivismo y sus exponentes en Colombia: Encuentros y desencuentros.
Exponentes de una historia:
Comte expuso sus ideas en las lecciones que dictó entre 1830 y 1842. Estas ideas llegaron a Colombia entre 1840 y 1850. Cabe destacar que el partido conservador se creó en 1849.
Gonzalo Rojas elaboró un fresco acerca de las dos hegemonías muy definidas sobre los orígenes del positivismo en Colombia, con sus logros y fracasos. En este fresco se registró a los siguientes defensores del positivismo: Justo Arosemena, José María Samper, Francisco E., todos ellos estrechamente ligados al partido conservador. Älvarez, Salvador Camacho Roldán, Rafael Núñez, Manuel Madiedo y Miguel Triana eran o bien liberales o bien librepensadores o bien radicales.
En una posición distinta estaban los poetas, políticos y presidentes José María Groot; San Jurjo, José Miguel Antonio Caro, Mariano Ospina Rodríguez, Juan Buenaventura Ortiz, Marco Fidel Suárez, Nicolás Tanco y Samuel Ramírez. Todos ellos estrechamente ligados al Partido Conservador.
El desenlace de este agrio debate fue una severa derrota para el positivismo, que no logró ingresar a Colombia, debido principalmente a estos tres factores: el Partido Conservador, la Iglesia Católica y las iglesias internacionales.
Este debate en torno al positivismo estuvo marcado por conflictos políticos (7 constituciones durante el siglo XIX) y militares (9 guerras civiles de alcance nacional) regionales y legales. En el período en estudio es posible distinguir dos hegemonías muy claras en Colombia. La primera fue la hegemonía conservadora (1885-1930), seguida por la hegemonía liberal (1930-1946). El predominio conservador fue el que impidió el ingreso del positivismo, lo cual tuvo importantes efectos que se extienden en el siglo XX y aún en el XXI:
1.- Un efecto importante ocurrió en la educación, donde se advirtió una notable asimetría, pues en este país el 70% la educación era privada. El Estado, al descuidar la educación, cayó bajo el control de la iglesia católica, de ahí que la educación colombiana tenga un fuerte carácter confesional y doctrinal. Es digno de destacar que las tres universidades más antiguas son confesionales: la Universidad Santo Tomás, fundada por los dominicos en 1580, la Pontificia Universidad Javierana, fundada por los Jesuitas en 1623, y la Universidad del Rosario, fundada por el dominico Fray de Luis de León en 1653.
2.- La economía colonial jamás fue eliminada y el modelo que posteriormente predominó fue el llamado Crecimiento hacia fuera, limitándose a exportar solo materias primas, pero nunca emergió un conato de modelo económico de Crecimiento Hacia Adentro.
El tercer capítulo desarrollado por el doctor Maldonado es La Filosofía Analítica en Colombia: Haciendo de debilidades fortalezas.
Maldonado deja sentado desde el comienzo que el positivismo no tuvo en Colombia la importancia que alcanzó en Argentina, Brasil, Chile y México, referentes en ciencia e investigación. En lo que resta, aborda una derivación del positivismo en América Latina: el análisis del lenguaje. Antes remarca que el positivismo es una filosofía humanista cuyo creador fue Comte, quien también fue el padre de la sociología y de las ciencias del hombre. Este positivismo es un humanismo que sabe que la ciencia y el buen uso de la razón contribuyen hacer mejores al mundo y a la sociedad. Históricamente el positivismo enarbola las banderas triunfantes del liberalismo de la Revolución francesa y la de la Revolución industrial.
La filosofía en Colombia esta marcada por la tradición metafísica, debido a la influencia que tuvieron España y el idioma español en el sistema educacional. Esta metafísica, junto con el tradicionalismo y con la iglesia católica, son los factores que impidieron el ingreso del positivismo a este país. Sin embargo, una de las ramas del positivismo sí tuvo y tiene presencia: la filosofía analítica.
El positivismo bajo la forma de la filosofía analítica nació y se desarrolló bajo el amparo de las academias en Colombia. En efecto, los primeros antecedentes de la academia de ciencias aparecen en 1823, con el Gobierno del general Francisco de Paula Santander. Este gobernante creó, en 1826, la Academia Nacional de Colombia. En 1871 se creó la Academia de Ciencias Naturales en la Universidad Nacional, pero su actual forma la estableció, en 1933, el presidente Enrique Olaya Herrera.
En 1871, fue fundada la Academia Colombiana de la Lengua; en 1879, la Academia Nacional de Medicina; y en 1902, se creó la Academia Colombiana de Historia.
COMENTARIOS
Hay que destacar que los autores de este texto alcanzaron plenamente los objetivos que tuvieron en mente cuando planificaron esta obra, cuales son: “[…] este texto pretende explicar quiénes, cuándo y de qué manera tanto en Chile como en Colombia fueron articulando este entramado filosófico y cultural y qué es lo que lograron o no en estos derroteros” (contratapa).
Este modelo en el pasado suscitó los mayores elogios de las mentes más ilustradas de Chile y Colombia, y se depositaron en él grandes esperanzas para que, como motor ideológico, continuara impulsando el progreso no solo de Chile, Argentina, Brasil, México y también en Colombia, sino que de toda la región. Sin embargo, cabe preguntarse por qué varias décadas después, hacia los años sesenta y siguientes del siglo XX, prácticamente se convirtió a las ciencias sociales en una auténtica moda y en práctica de buen tono criticar al positivismo. En esta línea de pensamiento, resulta necesario preguntarse qué elementos de este enfoque perdieron vigencia y cuáles aún pueden ser útiles.
Creo excesivo culpar tanto de los logros (en Chile, Argentina, Brasil y México) como de los fracasos (en Colombia) solo al positivismo, pues sería un reduccionismo extremo. Sería interesante aplicar la historia contrafactual a los casos de Uruguay y Costa Rica. Pienso que se debe dar el mismo peso del positivismo a la influencia, tanto favorable como desfavorable, de Estados Unidos y de Europa en el desarrollo científico, tecnológico y económico en toda América Latina. Hemos pecado de eurocentrismo y nos falta crítica poscolonial.
Esta obra da la oportunidad de abrir un debate fructífero que ayude a entender las claves del pasado y, cómo no, del presente y del futuro de la ciencia y de la investigación en Chile – Colombia y en la región.